Last Updated on septiembre 27, 2025 by Anthony Molina
En la publicación anterior expuse mi preocupación sobre la homosexualidad en la sociedad actual, junto con algunos argumentos que dan otros autores a favor de este tema, no solo en el contexto social sino también dentro del ámbito religioso, más específicamente, dentro de las iglesias cristianas. El día de hoy veremos las pautas bíblicas que confrontan dichos argumentos pro-homosexuales y también ofreceré una respuesta tentativa a esta cuestión tan controversial.

UNA REFUTACIÓN BÍBLICA.
Sin querer sonar pretencioso, creo que es claro que las dos primeras clases de argumentos a favor de la homosexualidad son algo insustanciales y carentes de una profundización mínima en las cuestiones teológicas tradicionales. Por ejemplo, en la primera clase de argumento, basta con dar un pequeño vistazo para reconocer de inmediato que esa argumentación es una simple transliteración de la ideología feminista al argot cristiano, haciendo resaltar la falta de conocimiento en las autoras sobre el verdadero concepto bíblico acerca de la mujer, de su valor como portadora de la imagen de Dios, de la importancia de su rol dentro del hogar y de la sociedad, y del verdadero lugar que le dio el cristianismo históricamente.
En la segunda argumentación tampoco me detendré, puesto que es evidente que aquí sí hay una descarada tergiversación del claro significado de los pasajes en cuestión. Por ejemplo, al ver en su contexto Gálatas 3:28, se hace patente que se está hablando de que, al estar unido por fe a Jesucristo, no hay ninguna desigualdad espiritual delante del Padre. Este pasaje en ninguna parte niega que Dios ha creado distinciones raciales o sociales, y mucho menos niega la diferenciación entre hombres y mujeres para dejar la puerta abierta a la homosexualidad.
En cuanto a Mateo 5:3, siento una enorme tristeza al ver el torcimiento tan amañado de este pasaje, porque es como si estuvieran rechazando el mensaje que precisamente les dará la libertad de la esclavitud a la autosuficiencia. “Bienaventurados los pobres en espíritu” (nótese que la teología queer le quita la palabra “espíritu”) no se refiere a los perseguidos o marginados, como quieren hacerse ver, sino que hace referencia al hecho de que es dichoso aquel que humildemente acepta su bancarrota espiritual y se echa confiado a los brazos de Dios, porque está agudamente consciente de que, apartado de Él, está destituido del reino de los cielos. Algo totalmente opuesto a la conducta autocomplaciente y egoísta.
En cuanto a la tercera clase de argumentación, sí hay que dar una respuesta un poco más estructurada y bíblica, puesto que en esta sí hay una reinterpretación de pasajes clave sobre la homosexualidad. [1], [2]
La historia de Sodoma (Gn. 19:1–13) y Gabaa (Jueces 19:2):
En lo referente a Sodoma y Gomorra, basta con mencionar algunas razones muy resumidas para exponer el error de esta reinterpretación. Primero, es extraño el uso de las palabras ‘maldad’ y ‘mal’ (Gn. 19:7; Jue. 19:23) para describir solamente una falta de hospitalidad. Segundo, cuando Lot ofrece a sus hijas a cambio, “da la impresión de que el episodio tiene alguna connotación sexual”. Tercero, a pesar de que el verbo que traducimos como “conocer” se emplea solo diez veces en el Antiguo Testamento con referencia a las relaciones sexuales, quienes defienden la teología queer no mencionan que seis de estos diez casos ocurren en Génesis y uno de ellos en la misma historia de Sodoma, donde claramente sí tiene connotación sexual, pues Lot habla de sus hijas mencionando que no habían “conocido varón”. Cuarto, para mí, que confío en la inerrancia de las Escrituras, la afirmación de Judas en su carta no puede ser descartada como un mero error copiado de los escritos apócrifos y, aunque la homosexualidad no era el único pecado de Sodoma, ciertamente sí era uno de ellos.
Los textos de Levítico (Lv. 18:22 y 20:13):
Sobre estos pasajes, es claro que se está pasando por alto la importancia de la conexión entre cuerpo y alma que hay en el pueblo judío cuando se dice que estas son solamente prohibiciones por tabúes religiosos. Además, en ningún momento el pasaje da a entender que la actividad sexual que se está condenando sea forzada o desigual. De todas maneras, sin importar lo que estuviera pensando el autor bíblico al escribir estos pasajes, los dos versículos incluyen toda clase de posibilidades, incluyendo las actuales, así no hayan sido conocidas por él (como las relaciones monógamas consensuadas homosexuales). Adicionalmente, cuando el pasaje siguiente trata sobre la prohibición del sexo con animales, deja claro que el autor no se refiere a las motivaciones, sino al acto mismo como pecaminoso. Aunque muchos quieran desechar estos dos pasajes porque consideran que se refieren más a un ritual de santidad abolido por la gracia, en ellos se evidencia un principio claro de lo incorrecto que es la homosexualidad ante los ojos de Dios.
La descripción que da el apóstol (Romanos 1:18–32):
Lo primero que hay que decir es que ni siquiera la cultura griega veía con buenos ojos las relaciones homosexuales como se ven hoy. Por ejemplo, Platón rechazaba este tipo de comportamiento y, más importante aún, el lesbianismo era firmemente condenado. Por lo cual, al comenzar este pasaje haciendo referencia a las relaciones homosexuales femeninas y luego a las masculinas, sería casi imposible que un gentil limitara las palabras de Pablo solo a las prácticas de la época o que infiriera de ellas neutralidad o aprobación. Segundo, con este pasaje no hay necesidad de dar explicaciones complejas, ya que claramente se condena, entre otras cosas, la relación entre personas del mismo sexo. La clave está en ver Romanos 1:18-32 como una sola unidad que contiene tres condenas hacia las pasiones gentiles, donde cada sección comienza con las palabras “Dios los entregó”: la primera subdivisión habla de la idolatría (v. 24-25), la segunda describe una práctica sexual concreta y la tercera muestra una lista de vicios que destruyen las relaciones humanas. [3]
Las dos listas paulinas de pecadores (1 Co. 6:9–10 y 1 Ti. 1:8–11):
Estos dos pasajes se tratan en conjunto, puesto que tienen en común el uso de la palabra griega arsenokoitai, la cual traducimos como “los que se echan con varones”. La complejidad de tratar esta palabra se debe a que no aparece en ningún escrito anterior al Nuevo Testamento y no vuelve a aparecer sino hasta doscientos años después, por lo cual se disputa su significado. Sin embargo, quienes alegan esto pasan por alto que arsenokoitai era un término acuñado por judíos helenistas cuando hacían referencia a los dos pasajes de Levítico (18:22 y 20:13). Al verlos en su idioma original, se hace evidente el origen de la palabra compuesta, que encierra cualquier clase de comportamiento homosexual. Esta relación se confirma con la pena que menciona Pablo en Romanos 1:32, ya que esto evidencia que, al usar esta palabra, se hace eco de Levítico 20:13. De esto puedo concluir que la palabra en cuestión demuestra que su origen es Levítico, y que cuando Pablo la usa, no se está refiriendo a la impureza ritual, sino a la inmoralidad, por lo que se confirma que el apóstol nunca hace distinción entre impureza ritual y pecado cuando describe la homosexualidad (Ro. 1:26-27). [4]
Ahora, si el peso de mi argumento recayera solamente sobre estos pasajes, ciertamente sería más complejo abordar el tema. Sin embargo, enfrentar el problema de esta manera es errado, puesto que el rechazo a las prácticas homosexuales no se basa solo en estos textos, sino en un principio eterno que se traslada hasta la creación: la instauración del matrimonio por parte de Dios. Este es, al final, el argumento fundamental que refuta al movimiento “cristiano gay” cuando equipara el matrimonio heterosexual con la unión monógama homosexual.
EL FUNDAMENTO INMUTABLE: EL DISEÑO DE DIOS EN LA CREACIÓN
Aunque los argumentos son más complejos y se puede profundizar en ellos estudiando la bibliografía de este artículo, podría resumir el principio espiritual que refuta la unión homosexual en tres puntos. Primero, en Génesis 2 resalta la necesidad del hombre de no estar solo, por lo cual Dios le hace una “ayuda idónea” del sexo opuesto y, por lo tanto, complementaria. De esto se infiere que era con ella que debía unirse en el vínculo sagrado de la sexualidad para ser una sola carne y procrear. Segundo, después de que Dios manifestara que no era bueno que el hombre estuviera solo, Adán busca una pareja adecuada para él, pero no la halla entre lo creado. Por esto se hizo necesaria una creación especial, que evidentemente terminó siendo Eva, su contraparte y complemento (de hecho, literalmente fue una parte suya). Tercero, hay que notar que es después de que Adán reconociera poéticamente que Eva era su complemento (2:23) que Dios instaura el matrimonio en el versículo siguiente (v. 24). Por lo cual, la unión marital entre hombre y mujer toma una relevancia fundamental que desarma la postura homosexual. El matrimonio es, en realidad, la “reunión” de dos seres que se complementan y se unen a través del vínculo sexual, ya que originalmente eran un solo ser. [5]
Es por esta razón, y no por otra, que la unión entre dos hombres nunca podrá llamarse matrimonio, porque el matrimonio es mucho más que un vínculo corporal y sentimental; es la armonización de personalidades complementarias que permite experimentar nuevamente la rica unidad original del ser humano como fue creado en el Edén.

Con certeza, la correcta cosmovisión cristiana sobre la homosexualidad es que esta desagrada a Dios, puesto que no solo tergiversa la sexualidad y los roles del hombre en la creación, sino que también ataca ferozmente el núcleo de la sociedad que instauró Dios: la familia formada dentro del vínculo matrimonial. Así que, el movimiento “cristiano gay” lo que busca es simplemente tergiversar los pasajes que claramente castigan cualquier práctica homosexual para acallar sus conciencias y el sentido común, que les dice que las relaciones homosexuales van en contra de la naturaleza. Niegan no solo el principio bíblico, sino también su misma biología, que les grita que dos hombres no se complementan. Es más, las relaciones heterosexuales son tan naturales y complementarias que, cuando dos homosexuales imitan este vínculo, en muchas ocasiones alguno de los dos debe simular estas diferencias en los roles: uno debe tomar un papel femenino y pasivo, mientras que el otro debe tomar un rol de liderazgo y autoridad. ¡Qué gran contradicción!
Algo más a considerar, y que ciertamente queda abierto para una profundización posterior, es que me parece importante hacer una diferenciación a la hora de abordar a una persona homosexual: una cosa es quien lucha con la atracción homosexual y otra, quien se entrega a la práctica de las relaciones homosexuales. Hago esta aclaración porque, después de leer a varios autores y la Biblia (y a esto me refiero cuando digo que se deberá profundizar más en el tema), se evidencia que la Escritura condena claramente la práctica homosexual.
Ahora, ¿significa esto que la persona con una atracción homosexual no está en pecado si no llega al acto físico? Por supuesto que no, eso no es lo que quiero decir. La Escritura muestra claramente que el propósito de la sexualidad es ser disfrutada dentro de un vínculo matrimonial heterosexual y para la procreación. Además, Cristo condena cualquier perversión sexual, así esta solamente se encuentre en la mente. Esto no deja a nadie con las manos limpias, ni a quien lucha con la atracción homosexual ni a mí como heterosexual.
En lo que quiero hacer énfasis es en que esta diferenciación es importante, porque a la hora de abordar a un homosexual, dependiendo de su condición, los pasajes servirán para diferentes propósitos: o para persuadirle de que no llegue a la práctica de esta perversión y mostrarle el propósito del matrimonio, de la creación de ambos sexos y de cómo estas realidades reflejan tanto el amor de Cristo por su Iglesia, como la relación íntima y eterna intratrinitaria; o, para quien ya está en la práctica, los pasajes serán más bien de condenación a sus actos, pues la Escritura los condena abiertamente. Ciertamente, este comentario final queda abierto a debate, a corregir imprecisiones o a descartarlo por completo si encuentro (o el lector encuentra) algún principio bíblico que lo desacredite.
CONCLUSIÓN: UN LLAMADO A LA CLARIDAD Y LA COMPASIÓN
El cristiano actual debe atender el llamado a ser responsable frente a las herejías que surgen y a estudiar las Escrituras frente a los argumentos novedosos. Esta misma actitud debe tenerse frente a la postura homosexual actual, que quiere ser aceptada como normal dentro de una cultura relativista. Por tanto, la cuestión no es tan fácil como simplemente decir que Dios repudia la homosexualidad sin tener argumentos bíblicos de peso. Puesto que, si uno se encuentra con un homosexual que ha estudiado estas posturas novedosas, puede quedar no solo en ridículo, sino también como una persona carente de amor cristiano.
Como cristianos, no debemos llegar a extremos pecaminosos frente a las personas homosexuales. Por ejemplo, no debemos llegar al extremo de repudiar al homosexual hasta el punto de no querer estar cerca de él o de deshumanizarlo, porque, aunque muy distorsionada, también porta la imagen de Dios. Además, necesita a Jesús como su Señor y Salvador tanto como nosotros. Por otro lado, tampoco debemos llegar al extremo contrario de recibirlos como si nada estuviera pasando o como si Dios los aceptara en su condición homosexual. Los dos extremos son igual de pecaminosos.
Los argumentos que usan los homosexuales para ser aceptados por los cristianos se presentan de diferentes maneras, que he catalogado en tres aspectos: primero, las mujeres homosexuales que usan el feminismo como arma teológica; segundo, los que descarada y abiertamente dan interpretaciones descabelladas de pasajes que no tienen nada que ver con la posición queer; y tercero, interpretaciones más complejas, resultado de teologías liberales, que buscan incluir al homosexual en el entorno cristiano. Estas posiciones malinterpretan los pasajes que condenan la homosexualidad con el argumento de que estos se refieren a pecados específicos, cuestiones meramente culturales o prácticas rituales, y que no tienen en cuenta una relación homosexual estable, monógama y en amor.
Claramente, este argumento es refutado por las Escrituras cuando veo que la razón de estas prohibiciones bíblicas es la misma por la que las relaciones homosexuales de hoy deben ser rechazadas: no tienen nada que ver con el orden creado por Dios de parejas heterosexuales. Y al ser establecido en la creación y no por la cultura, este principio es universal, concluyendo así, que las uniones homosexuales tergiversan el principio universal y eterno del matrimonio dado por Dios; y también, que la verdadera libertad está en seguir este diseño divino heterosexual del matrimonio.
Referencias.
[1] John Stott. Homosexualidad, ¿una opción cristiana? (Buenos Aires: Certeza ABUA, 1995), p. 13 – 20
[2] Thomas E. Schmidt. La Homosexualidad: Compasión y Claridad en el Debate (Barcelona: CLIE, 2008), p 112-113
[3] Thomas E. Schmidt. La Homosexualidad: Compasión y Claridad en el Debate (Barcelona: CLIE, 2008), p 83 – 88
[4] Thomas E. Schmidt. La Homosexualidad: Compasión y Claridad en el Debate (Barcelona: CLIE, 2008), p 122-124
[5] John Stott. Homosexualidad, ¿una opción cristiana? (Buenos Aires: Certeza ABUA, 1995), p. 24
