Del perseguidor al perdonador: la anatomía del perdón según el apóstol Pablo.

Last Updated on noviembre 7, 2025 by Anthony Molina

Perdonar es, quizás, el mandato más difícil para un cristiano. Vemos una lucha constante en nuestras vidas al conocer las demandas que hacen las Escrituras respecto a este tema, pues nuestro orgullo y ego no tardan en manifestarse, sobre todo cuando se trata del perdón entre hermanos en la fe.

Al abordar esta cuestión, si hemos sido los ofendidos, estos mismos adversarios nos convencen de que es la otra persona la que debe acercarse a pedir perdón. Pero si somos los ofensores, vuelven a brotar los peligrosos “hermanos gemelos”—orgullo y ego— para decirnos que lo hicimos sin querer y que el hermano ofendido debería simplemente entender y perdonarnos con facilidad.

Este artículo trata sobre cómo enseña el apóstol Pablo este tema del perdón entre hermanos. Veremos cuáles son las bases del perdón entre creyentes, cómo Pablo fue impactado por estos mismos fundamentos y cómo él vivió de manera plena dicha doctrina para darle la autoridad de exhortar a las iglesias a perdonarse entre hermanos, mostrar así el perdón de Dios hacia ellos y, a la vez, dar evidencia de que verdaderamente han sido salvados.

EL FUNDAMENTO DEL PERDÓN: DE DIOS HACIA NOSOTROS

Cuenta una historia que cierto rico escocés había prestado en vida mucho dinero a varias personas. Siendo que era muy considerado, trataba con cariño a sus deudores y, cuando se daba cuenta de que era imposible que le pagaran, ponía debajo de la cuenta su firma junto con la palabra: “Perdonado”. Después de su muerte, su esposa se dio cuenta de que era mucho el dinero que amparaban las notas perdonadas y se dio a la tarea de cobrarlas. Tuvo que iniciar juicios legales hasta que el juez, al examinar uno de estos casos, le preguntó:

—Señora, ¿es esta la firma de su esposo?

 —Sí —contestó ella—, de eso no hay duda.

—Entonces —dijo el juez— no hay nada que obligue a esta gente a pagar cuando el mismo esposo de usted ha escrito la palabra “Perdonado”. [1]

Esta anécdota ilustra a la perfección el carácter definitivo del perdón que es el punto de partida de nuestra fe: una deuda ya saldada por una autoridad superior. Cuando un verdadero cristiano habla del perdón, es casi inevitable que recuerde haber sido perdonado por Dios por medio de su Hijo Jesucristo a través de la predicación del Evangelio. Evidentemente, esto no está mal y hasta debiera ser nuestro primer pensamiento cuando mencionamos el tema. Sin embargo, no es a este perdón vertical (de Dios al creyente) al que me estaré refiriendo, sino que trataré más bien la cuestión del perdón horizontal, es decir, el perdón entre creyentes, pues considero que es un tema menos popular, lo cual ha llevado a la iglesia contemporánea a practicar un perdón mundano y no como el Señor demanda en las Escrituras.

No obstante, que este artículo no vaya a centrarse en el tema del perdón vertical no significa que este no tenga nada que ver con la cuestión del perdón entre cristianos. Por el contrario, el tema del perdón de Dios a pecadores como nosotros es la base y médula de cualquier tipo de perdón que podamos ejercer nosotros, los cristianos. Evidencia de esta verdad la encontramos, por ejemplo, en diversos pasajes de los evangelios donde el mismo Señor Jesucristo muestra que el perdón al prójimo parte de la premisa de haber sido perdonados primeramente por Dios.

Solo por mencionar algunos ejemplos, tenemos la parábola que narra el Señor Jesucristo en respuesta a Pedro después de que este le pregunta sobre cuántas veces debe perdonar, la cual se encuentra dentro del contexto de la restauración y el perdón entre creyentes, o más conocido como la disciplina eclesiástica. En esta parábola se muestra, a grandes rasgos, el perdón generoso de un Dios compasivo hacia un pecador que suplica por el perdón de una deuda impagable, pero que se contrasta con el gran enojo de Dios porque este deudor ya perdonado no perdonó una deuda infinitamente menor a un consiervo que le adeudaba algo. Esto es una clara alusión a que el perdón entre hermanos es una evidencia legítima de alguien que ha sido perdonado por Dios. [2]

Un rey compasivo, al estilo de Rembrandt, perdonando a un siervo arrodillado, simbolizando la inmensa gracia del perdón divino.

Un reflejo de esta verdad, inclusive, podemos verla en la oración que enseña Jesús a sus discípulos en Mateo 6:12, cuando dice: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Allí se puede apreciar que el hecho de perdonar es también reflejo del perdón judicial que hemos recibido al depositar nuestra fe en Cristo Jesús.

Es claro para el creyente que esta capacidad que ahora tenemos de perdonar se debe a la morada del Espíritu de Dios en nuestras vidas, pero no podemos tampoco negar que el mismo recuerdo de haber sido perdonados de una deuda infinita e impagable nos brinda ese impulso de perdonar a otros. Porque, como dijo nuestro Señor a Simón el fariseo, refiriéndose a la mujer pecadora que ungió sus pies: “Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama” (Lucas 7:36-47), lo que, en nuestras palabras, significa que al que mucho se le perdona, mucho ama.

EL JUDÍO QUE NO PERDONA

“No se le pueden pedir peras al olmo”, reza un adagio popular, y esto también era cierto para Saulo de Tarso antes de su conversión, puesto que no había experimentado el perdón que trae aquella paz que sobrepasa todo entendimiento. ¿Y cómo era Pablo, o Saulo de Tarso, antes de su conversión? Lo cierto es que no es fácil responder esta pregunta, o por lo menos no de la manera tan detallada como quisiéramos, ya que normalmente el apóstol evitaba hablar de sí mismo en sus cartas, aunque de vez en vez nos daba uno que otro atisbo sobre su vida pasada.

De su vida temprana, lo único que la Escritura nos menciona es que estuvo presente en la ejecución por apedreamiento de Esteban, participando de manera indirecta cuando colaboró sosteniendo las túnicas de los lapidadores, aplicando la norma de la Torá relacionada con los blasfemos. Y aunque la Escritura no nos dice que Saulo haya tomado alguna piedra para lanzarla, algunos autores consideran que es muy probable que se nos dé a entender que su presencia era muestra de que, por lo menos, consentía la muerte de Esteban y aborrecía la doctrina que este mártir profesaba. [3]

Saulo de Tarso era uno de los que menos podían llegar a considerarse como “candidato” a ser cristiano, pues la Escritura dice que era uno de los perseguidores más conocidos y temidos por los cristianos de la época, ya que los asediaba constante y despiadadamente. Muestra de esto es la forma como se expresa la Biblia de Saulo de Tarso: “respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor…” (Hch. 9:1). Sin embargo, este judío inmisericorde es frenado en seco camino a Damasco por aquel a quien perseguía, Cristo mismo, quien de inmediato le cambió a Saulo aquel corazón de piedra por uno de carne, trastornando de manera drástica el curso de su vida como judío inquisidor militante (v. 3-19) para llevarlo a ser una oveja anhelante y dependiente en todo de su Pastor. Evidencia de esta dramática conversión podemos verla en Filipenses 3, puesto que allí se describe cómo fue cambiada por completo su percepción de la religión y de la vida en general, para resultar teniendo por basura aquello que todo judío tenía como su tesoro más valioso: una vida llena de obras que le permitirían supuestamente ser acepto ante Dios para así ser salvo. [4]

Y así… esta es la breve pero certera imagen que nos brinda la Escritura sobre Saulo de Tarso: un hombre orgulloso de su vida “impecable e irreprensible” y con un celo que para los judíos ortodoxos de la época era digno de admirar (Filipenses 3:6), con la finalidad clara de aniquilar el judeocristianismo, al que percibía como una amenaza contra las tradiciones judías (Gál. 1:13-14; 1:22 y 1 Co. 15:9). [5]

Solo para poner en perspectiva la clase de celo judío de Saulo, podríamos detenernos a observar la gran diferencia entre su actitud profundamente perseguidora e inquisidora frente a la de su propio maestro, Gamaliel, quien era más influyente, famoso, pero paradójicamente más sensato. Es decir, mientras Saulo era conocido por las persecuciones despiadadas a los cristianos, años antes, el famoso rabino Gamaliel intervenía frente al sanedrín (Hch. 5:34-39) para persuadirlos de abandonar la violencia y muerte que quería ejercer este gobierno judío contra los apóstoles Pedro y Juan para evitar que los seguidores de Jesús predicaran que Él era el Mesías y que había resucitado. La famosa frase de Gamaliel que, queriendo o sin querer, ayudó a los cristianos fue, en resumen:

“Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios.”

Vemos pues, por lo menos en las Escrituras, a un maestro sensato y tolerante como Gamaliel frente a un discípulo enceguecido por evitar el avance de un ministerio que estaba ratificando, como sabiamente lo había dicho su maestro, que el evangelio que predicaban los cristianos era de Dios y, por lo tanto, estaban luchando contra Dios mismo. ¿O acaso no fue esto lo que le dijo el Señor Jesucristo a Saulo cuando se le apareció camino a Damasco? Recordemos:

“y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch. 9:4).

Es evidente, por los capítulos posteriores del libro de Hechos, que esta actitud tolerante por parte de los sacerdotes duró poco tiempo, pero lo importante de esta situación es resaltar la persona y el celo de Saulo de Tarso.

Pintura renacentista de Saulo de Tarso de espaldas, cayendo de rodillas ante una luz divina en el camino a Damasco. – Foto: IA Gemini.

DE PERSEGUIDOR A PERDONADOR: LA TRANSFORMACIÓN DE PABLO

La conversión de Pablo en Hechos 9 es extremadamente dramática, una intensidad necesaria dada la gravedad de su situación de Saulo frente a la iglesia de Cristo como perseguidor, pero también necesaria por el llamado mismo que tendría Pablo como apóstol a los gentiles. Por esto, él debía tener una convicción profunda de su llamado y de la realidad del contenido del evangelio. ¿O acaso habrá algo más certero o que brinde más convicción de la verdad que el mismo Señor Jesucristo se le aparezca en persona y en poder a un perseguidor tan despiadado como Saulo de Tarso? Así pues, considero que el dramatismo de la conversión de Saulo debía ser así de fuerte.

Vemos en Pablo, después de su conversión, un cambio radical, del cielo a la tierra, y unas ganas desmedidas por predicar el evangelio. Aunque inicialmente el apóstol nos cuenta que después de su conversión decidió quedarse un tiempo en aislamiento en el desierto de Nabatea en Arabia (Gálatas 1:17), que cubre la península del Sinaí, para luego regresar a Damasco y comenzar su ministerio público sin la necesidad de consultar con ninguno de los doce apóstoles. [6]

Pero no solamente comenzó a ejercer un apasionado ministerio predicando el evangelio, sino también viviéndolo y mostrando cómo el perdón que Dios le había manifestado debía ser también extendido a toda persona, fuese judía o gentil, puesto que la paz que sentía en ese momento no podía quedársela para sí mismo. Muestra de esta verdad la vemos en pasajes como 1 Timoteo 1:11-16, donde expresa cómo Dios le mostró su misericordia al no solo haberle perdonado, sino también al haberle encargado el ministerio de la reconciliación, sabiendo que antes fue perseguidor e injuriador, estando en ignorancia e incredulidad. Pero, una gran muestra de su agradecimiento a Dios la expresa cuando dice también:

“Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús. Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna” (1 Ti. 1:14-16).

¿Acaso estas expresiones no son muestra de ese perdón vertical que impactó la vida del apóstol? Por supuesto que sí.

Sin embargo, el apóstol llevó este agradecimiento a Dios expresando ese perdón de manera horizontal a sus hermanos en Cristo, lo cual vemos en las exhortaciones que da Pablo a las iglesias de perdonarse mutuamente y así dar muestra de aquel perdón dado primeramente por Dios hacia ellos, como, por ejemplo, en Colosenses 3:13:

“soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.”,

lo cual repite casi de manera exacta en Efesios 4:32.

Comenzamos a percibir, entonces, que la teología paulina sobre el perdón entre creyentes, como se había mencionado al comienzo, tiene como base el perdón dado por Dios a nosotros, sobre todo porque, como dice un autor, los cristianos, al ser las personas más perdonadas del mundo, debemos ser entonces las personas más perdonadoras del mundo. [7] Sin embargo, el apóstol Pablo bien sabe que, como creyentes con un remanente de pecado, no siempre perdonamos ni genuina ni completamente, manifestando así un perdón antibíblico y mundano, sobre todo si no traemos a nuestra mente la clase de perdón que recibimos de parte de Dios.

A manera personal, todos hemos llegado a vivir la disyuntiva de saber cómo perdonar de manera bíblica frente a cómo nos sentimos por la ofensa que se nos ha hecho. Sin embargo, el llamado del apóstol es precisamente a que veamos la profunda y directa relación entre el perdón de Dios a nosotros y nuestro perdón hacia los demás hermanos, donde logramos concluir de inmediato que la norma o estándar a seguir en cuanto al perdón es sumamente alto. Pero, por la gracia de Dios, también se nos ha dado la capacidad y la gracia, a través del Espíritu Santo, de imitar a Cristo al perdonar a nuestros hermanos, así como Dios nos ha perdonado a nosotros. [8]

El apóstol Pablo dio ejemplo de esto en toda su vida, y solo por mencionar un caso en particular, debemos traer a nuestras mentes el caso con Juan Marcos, familiar de Bernabé. Todos sabemos la historia: Bernabé, un hombre que recién convertido donó sus propiedades y se convirtió en un personaje prominente en Hechos, fue quien presentó a Pablo a la desconfiada congregación de Jerusalén, asegurándoles que este se había convertido de veras (Hch. 9:26-27). Además, acompañó a Pablo durante los primeros años de ministerio del apóstol, incluyendo el viaje a Jerusalén con las contribuciones enviadas desde Antioquía para ayudar a los pobres que había allí (Hch. 11:30) y el primer viaje misionero del apóstol Pablo (Hch. 13:2). Pero a pesar de esta gran cercanía y amistad entre Pablo y Bernabé, tuvieron una gran diferencia sobre si llevaban a Marcos con ellos al segundo viaje misionero (Hch. 15:36-41), lo cual hizo que tanto Pablo como Bernabé tomaran, a partir de allí, caminos separados.

Sin importar la razón por la que Marcos los abandonó en aquella ocasión en Panfilia (Hch. 15:36-41), debió haber sido algo de no poca gravedad, puesto que hizo que el apóstol Pablo fuera firme en su decisión de no llevarlo durante este segundo viaje, sobre todo si tenemos en cuenta que quien intercedía por Marcos era nada menos que Bernabé (aquel que intercedió por Pablo ante los creyentes de Jerusalén). ¿Por qué menciono esta situación? Para enfatizar el hecho de que la diferencia entre Pablo, Bernabé y Marcos no fue liviana y se resquebrajaron los lazos de hermandad a tal punto que tomaron caminos separados. Esa situación debía solucionarse algún día, como hermanos en Cristo que eran, sobre todo si el apóstol habla enfáticamente del perdón entre los hermanos en sus posteriores cartas.

Maravillosamente, las Escrituras no nos dejan con esta duda, pues nos muestra que finalmente Pablo puso en práctica su propia teología, perdonó a Marcos y lo restauró completamente en su relación como hermanos. Evidencia de esto la encontramos en las cartas a los Colosenses y a Filemón, donde el apóstol menciona y recomienda calurosamente a Marcos e incluso lo incluye entre aquellos que han sido un consuelo para él y lo apoyan en la obra mientras se encuentra encarcelado en la ciudad de Roma (Col. 4:10; Flm. 1:24). Además de esto, en años posteriores, casi al final del ministerio del apóstol, también le pide a Timoteo que por favor encuentre a Marcos para que lo lleve a su presencia para que le siga ayudando en el ministerio, puesto que le es muy útil (2 Tim. 4:11). [9]

Un apóstol Pablo anciano, prisionero, pone su mano sobre el hombro del joven Juan Marcos en señal de perdón y reconciliación. – Foto: IA Gemini.

Claramente, las diferencias entre el apóstol Pablo y Marcos habían quedado subsanadas por el poder del evangelio perdonador y restaurador del Señor Jesucristo, dejándonos claras por lo menos dos cosas: primero, que Marcos había cometido un grave error al abandonar a los misioneros Pablo y Bernabé, de eso no hay duda; pero otra cosa clara es que Marcos era un creyente verdadero que necesitaba ser perdonado y reconciliado en hermandad con el apóstol. Marcos había cambiado, y muestra de que había cambiado era que, sin importar que Pablo estuviera detenido en Roma, estaba con él, ayudándole en medio de una situación no poco peligrosa.

Muchos autores concuerdan en que es probable que la reconciliación de Pablo y Marcos se hubiera dado precisamente en la ciudad de Roma, en el tiempo en que se escribieron las cartas a Colosenses y Filemón. Y probablemente es por esta razón que Pablo le pide a los colosenses que reciban bien a Marcos, ya que era muy posible que supieran de la dificultad presentada con él. Pablo les hacía saber a los colosenses que ahora estaba bien con Marcos y, por lo tanto, ellos no tenían por qué recibirle “a regañadientes” o con mala actitud. Si Pablo, que era el que había tenido el problema con Marcos, lo había perdonado, ¿por qué los colosenses iban a tratarlo con menosprecio? [10]

Hice la aclaración de que Marcos era un creyente verdadero porque no podemos olvidar que el propósito de este trabajo es hablar sobre el perdón entre cristianos, ya que solamente entre ellos puede expresarse de manera completa y genuina el perdón que demanda el Señor Jesucristo. Obviamente, esto no quiere decir que no debamos perdonar a los incrédulos, sino que este tipo de perdón se expresa de otras maneras, y es un tema diferente al que estamos tratando y que debe tratarse en otra ocasión.

Y, ¿cómo podemos inferir que Marcos era un creyente verdadero? Aunque no es el propósito de este trabajo centrarnos en Marcos, sí podemos decir someramente que podía considerarse un cristiano genuino por las siguientes razones: primero, porque Pedro le llama a Marcos “su hijo” en 1 Pedro 5:13 (muy probablemente haciendo referencia al hecho de que fue un convertido suyo); segundo, porque en la casa de la madre de Marcos se congregaba la iglesia que pastoreaba Pedro (Hch. 12:12), por lo cual este había tenido una cercanía con el evangelio, y muestra de su conversión fue el apoyo a la iglesia (Hch. 13:5) y que Bernabé y Pablo le permitieran que los acompañase en el primer viaje misionero. Tercero, que escribió un evangelio que lleva su nombre y, aunque sabemos que la validez o el “aval” de este evangelio la daba el respaldo que tenía Marcos del apóstol Pedro, ¿acaso no es esta una buena muestra de que Marcos era un creyente verdadero? Y cuarto, aunque no es el mejor argumento, Marcos fue un varón que desde joven aparentemente seguía como discípulo al Señor Jesús (Mr. 14:51-52).

Marcos era un creyente verdadero que abandonó el ministerio evangelístico del apóstol Pablo y de Bernabé, y así fuese por deslealtad o cobardía, posteriormente sintió el perdón y la restauración genuina de sus hermanos en la fe por medio de Bernabé, de Pedro (1 P. 5:13) —que sabía por experiencia que había esperanza para aquellos que habían caído en los pecados de deslealtad y cobardía— y por el personaje central de nuestro artículo: el apóstol Pablo, quien ahora tiene plena confianza en él, hasta el punto de enviarle como su delegado. [11], [12]

Vimos, entonces, que Pablo vive lo que predica, de eso no hay duda. Sin embargo, las Escrituras nos dan un último bálsamo sobre cómo se deben perdonar los creyentes, y para esto, el apóstol Pablo escribe una maravillosa carta que trata principalmente sobre el perdón entre cristianos: la carta que le escribe a Filemón.

El contexto es sencillo y conocido: Pablo escribe a su estimado hermano en Cristo, Filemón, para que reciba en amor, y con espíritu de perdón y reconciliación, a su esclavo y ahora hermano en Cristo, Onésimo, quien le había robado para huir lejos de él. Aunque el mensaje es claro y directo, lo maravilloso de esta carta es el tono amoroso, conciliador y perdonador con que el apóstol Pablo le habla a Filemón. Esta carta es conmovedoramente amorosa, puesto que dicho amor se refleja en el perdón que se brindan entre hermanos que tienen a Dios como su mismo Padre. Esta carta resume, entonces, todo lo que hemos visto durante este artículo, puesto que el apóstol Pablo acude al perdón que todos los actores —Pablo, Filemón y Onésimo— han recibido primeramente de Dios para ofrecer perdón al hermano.

Mirémoslo de esta manera: Pablo, quien en su vida pasada veía a los gentiles como perros inmundos, ahora se autoproclama apóstol a los gentiles y le escribe a su amado “hijo” espiritual Filemón para que reciba a su ahora hermano en Cristo, Onésimo, quien lo había ofendido anteriormente. ¿Qué generó este cambio en la vida de Pablo y le dio la seguridad de que ocurriría lo mismo con Filemón para perdonar a Onésimo? ¿Qué le dio el poder a Onésimo para viajar cientos de kilómetros para ir, dar la cara y pedir perdón a su amo Filemón? Sí, la respuesta es el poder transformador del evangelio, que tiene como base el perdón que Dios nos ha dado por medio de Cristo Jesús. [13]

Vemos, entonces, en la vida del apóstol Pablo cómo vivía lo que predicaba y exhortaba; vemos que perdonaba al hermano de la manera como Cristo mismo mandó: recordando siempre el perdón que había recibido del Padre, el cual saldó una cuenta impagable para salvar a esclavos pecadores y que estos pudieran disfrutar de los tesoros en Cristo Jesús. Vimos el perdón del apóstol Pablo para con Marcos, pero también observamos cómo ahora el apóstol, al igual que antes lo hizo Bernabé para con Marcos, intercede por su hermano esclavo Onésimo para que Filemón le perdone y le reciba como el hermano que ahora es en Cristo. Y no de cualquier manera u obligándolo, sino más bien acudiendo a su memoria para que recordara cuánto se le había perdonado en Cristo, expresándole con amor lo importante que ahora era Onésimo para Jesucristo, diciéndole: “Filemón, eres famoso por ser un consolador de corazones (versículo 7), por tanto, te envío a Onésimo como si fuera mi corazón (versículo 12, BLA)”, para luego decirle: “conforta mi corazón” (versículo 20). ¡Lo ven! Pablo, en otras palabras, le está diciendo a Filemón que conforte a Onésimo y le ame como si fuera el mismísimo apóstol Pablo.

Y para añadir, ¿creen que el apóstol Pablo no tiene ningún propósito con la mención de Marcos como su colaborador al final de la carta a Filemón? Yo considero firmemente que Pablo quería mostrar a Filemón al final de su carta que él mismo había sido afectado y consecuente con el perdón que demandan las Escrituras y, por lo tanto, perdonó a Marcos y se lo mostraba en amor y como ejemplo a Filemón.

Qué maravilloso es el perdón de Dios y qué maravilloso puede llegar a ser el perdón entre cristianos. [14]

CONCLUSIÓN

Las conclusiones se han repasado en varias ocasiones durante todo este artículo. En primer lugar, que la base del perdón entre creyentes es precisamente el perdón vertical que hemos recibido en Cristo, y es por esta razón que se aclara que este artículo trata sobre el perdón entre creyentes. Porque, ¿cómo podríamos exigirle a un incrédulo que perdone como las Escrituras demandan? O, ¿cómo podríamos perdonar a un incrédulo como la Escritura demanda si el mismo receptor de este perdón ni siquiera ha experimentado el perdón de Dios para salvación? Claramente, el perdón que vemos en la Escritura y que estamos estudiando se demanda principalmente a los creyentes.

Segundo, es importante resaltar que, al ser perdonados por Dios, esto debe tener como resultado el perdón bíblico entre hermanos, puesto que ahora estamos capacitados por el Espíritu Santo de Dios y, además, podemos perdonar mucho porque mucho se nos ha perdonado. Y esto es lo que vemos en la vida del apóstol Pablo: un perdón que restaura por completo, porque el perdón que él recibió de Dios fue pleno y abrumadoramente certero.

Vimos, como muestra de esto, que Pablo perdonó por completo a Marcos, animó a la iglesia a recibirle con amor y perdón, pero también le mostró nuevamente la confianza perdida inicialmente porque lo envió cómo uno de sus recomendados. La carta a Filemón es una muestra plena del perdón que debe haber entre creyentes y, por lo tanto, es un bálsamo para el ofensor, porque puede encontrar esperanza en que podrá ser perdonado de manera plena. Pero también es un impulso para buscar siempre la restauración completa del hermano a quien se ofendió, puesto que Cristo se dio a sí mismo por nosotros.

A manera de aclaración, debe decirse que el perdón bíblico, como se expresó en este trabajo, no anula la sabiduría y el sentido común. Es decir, no queremos decir que si un hermano ha pecado contra nosotros y le perdonamos bíblicamente, esto signifique que no seamos sabios y propiciemos una igual situación, tentando a nuestro hermano a pecar nuevamente contra nosotros. Lo que se quiere mostrar con este trabajo es que el perdón bíblico es un perdón activo y amoroso que restituye por completo al ofensor que busca, en arrepentimiento, restaurar, porque así fue como nos amó nuestro Dios.

¿Has perdonado así al hermano que te ha ofendido?

 


Referencias

[1] Lerı́n, A. 500 ilustraciones (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 2000) p. 126.

[2] Hendriksen, W. Comentario al Nuevo Testamento: Evangelio Según San Mateo (Michigan: Desafío, 2003), p. 524 – 528

[3] Vidal, C. Pablo, El Judío de Tarso. (Madrid: Algaba, 2006), p 67.

[4] MacArthur, John. El Evangelio Según Pablo (Tennessee: Grupo Nelson, 2017), p. 33

[5] Vidal, C. Pablo, El Judío de Tarso. (Madrid: Algaba, 2006), p 69.

[6] MacArthur, John. El Evangelio Según Pablo (Tennessee: Grupo Nelson, 2017), p. 34.

[7] Sande, K. Pacificadores: guía bíblica para resolver conflictos personales (Billings: Peacemaker, 2004), p 249.

[8] Ibíd.

[9] Hendriksen, W. Comentario al Nuevo Testamento: Colosenses y Filemón (Michigan: Desafío, 2007), p. 217.

[10] Burt, D. F. La Epístola a Filemón: Mucha Libertad en Cristo (Barcelona: Clie, 1995), p 191.

[11] Hendriksen, W. Comentario al Nuevo Testamento: Colosenses y Filemón (Michigan: Desafío, 2007), p. 217.

[12] Burt, D. F. La Epístola a Filemón: Mucha Libertad en Cristo (Barcelona: Clie, 1995), p 192.

[13] Burt, D. F. La Epístola a Filemón: Mucha Libertad en Cristo (Barcelona: Clie, 1995), p 14 – 15.

[14] Grauman, J. [Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo]. (2019, Julio 26). El Perdón – Filemón [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=AS7M_zdN6gU

Comparte este artículo:

Artículos relacionados

Representación del apóstol Pedro predicando con denuedo y poder a la multitud en Jerusalén el día de Pentecostés.

La Vida del Apóstol Pedro: Un Cristiano como Tú y como Yo (Pt. 2)

¿Qué pasó con Pedro después de negar a Jesús? Explora su restauración, el poder del Espíritu Santo en Pentecostés y las lecciones para el creyente de hoy.

La Vida del Apóstol Pedro: Un Cristiano como Tú y como Yo (Pt. 1)

¿Te identificas con las luchas de Pedro? Explora la vida del apóstol antes de Pentecostés: su llamado, sus grandes confesiones y su dolorosa negación.
La disciplina divina siempre forma al creyente

¿Por qué permite Dios el sufrimiento? Una mirada a la disciplina divina.

Explora la doctrina de la disciplina divina. Estudiamos Hebreos y la historia de Job para entender el propósito del sufrimiento y el amor de Dios.

¿Te interesa recibir más recursos como estos?

Suscríbete a nuestro boletín y recibe gratuitamente nuestro libro digital con principios bíblicos para la crianza de los hijos.

Suscríbete y recibe contenido exclusivo cada semana. Puedes cancelar en cualquier momento.