Last Updated on noviembre 1, 2025 by Anthony Molina
Una de las características más sobresalientes de las iglesias cristianas contemporáneas es que sustentan su profesión de fe en un conjunto de prácticas y resultados, en vez de basarla en el contenido escritural. Muestra de esta condición espiritual se manifiesta en que no tienen, ni tampoco les interesa, un conocimiento más profundo de las Escrituras, debido a que consideran que estos temas son para “personas especiales” con el “don de maestros o de pastores”. Esta clase de pensamiento no puede estar más lejos de la realidad, pues, claramente, un conocimiento más profundo de la doctrina bíblica nos llevará a convicciones más fuertes y robustas que, a la larga, deberán verse reflejadas en una vida de santidad. Crecer en este conocimiento debería ser un propósito para todo creyente, ya sea recién convertido o con muchos años en el evangelio.

Una de estas maravillosas doctrinas, que todo cristiano debería conocer por obligación (por ser un dogma fundamental del cristianismo), es la de la justificación por la sola fe. Esta, por sí misma, ya ocupa un lugar de peso e importancia tanto en las Escrituras como en la historia del cristianismo. ¿O qué cristiano protestante no ha escuchado de Martín Lutero o de las 95 Tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg? Tristemente, estas preguntas retóricas terminan siendo preguntas profundas que confrontan a muchos, porque la realidad nos muestra que son demasiados los protestantes contemporáneos que ni siquiera saben por qué están protestando, ni qué los separa de la Iglesia de Roma.
Por ese desconocimiento ya mencionado, en este artículo tengo como objetivo mostrar y hacer notar la diferencia radical que hay entre las posiciones católico-romana y protestante en lo referente a la doctrina de la justificación. Esto lo realizaré a partir de las definiciones de cada posición, extrayéndolas de la fuente misma de sus documentos históricos, que contienen su confesión de fe pública.
TRASFONDO HISTÓRICO DE LA DOCTRINA
La ignorancia, tanto de las Escrituras como de nuestra historia como cristianos, es uno de los males más populares en medio de las iglesias protestantes contemporáneas. Esto se ve manifestado en que los cristianos protestantes modernos ni siquiera tienen idea de la cuestión por la cual están protestando y están separados de la Iglesia Católico-Romana, ni tampoco del hecho de que la doctrina de la justificación por la sola fe es el cimiento donde la Iglesia se mantiene o se derrumba. [1]

El desconocimiento de estos asuntos históricos es lo que hace que muchos cristianos actuales estén creyendo cosas que la misma Iglesia objetó (o protestó) como heréticas en tiempos de la Reforma y, a la vez, estén comenzando a practicar lo mismo que se refutó hace siglos. A saber, que en la actualidad las iglesias carismáticas y pentecostales se alejan cada vez más de la Biblia, precisamente por el desconocimiento de que la causa formal de la Reforma era la cuestión de las Escrituras y la causa material era la de la justificación. [2] Por esta razón, considero importante tener un contexto histórico claro sobre cómo la importantísima doctrina de la justificación fue degenerando con el paso del tiempo hasta llegar a entenderse como se hace hoy, tanto por la Iglesia Católico-Romana como por algunos protestantes que ignoran estas cuestiones.
Pero esta ignorancia moderna contrasta fuertemente con la claridad de la iglesia primitiva. A pesar de que no consideramos sus escritos como inspirados, los padres de la Iglesia demuestran que la justificación por la fe no fue un invento de Lutero. Por ejemplo:
Clemente de Roma (colaborador de Pablo. Ver Fil. 4:3), dice en su primera carta a los Corintios, 7:32:
Nosotros también, siendo llamados por la voluntad de Dios en Cristo Jesús, no somos justificados por nosotros mismos, ni por nuestra sabiduría, entendimiento o piedad, ni tampoco por obras que hayamos hecho en santidad de corazón, sino por la fe…
Ignacio (discípulo del apóstol Juan), escribió en su Epístola a Filadelfia, sec. 8:
La cruz de Cristo, su muerte, su resurrección y la fe que es por medio de él, son mis tesoros inmaculados y en ello […] me gozo por haber sido justificado.
Policarpo (también discípulo del apóstol Juan, él murió en el año 155 d. C.), en su Epístola a los Filipenses, sec. 2, escribió:
…yo sé que sois salvos por gracia, no por obras, sino por la voluntad de Dios, a través de Jesucristo .
Ireneo (discípulo de Policarpo, que murió a principios del siglo III), escribió:
…mediante la obediencia de un solo hombre, nacido de la Virgen, muchos serán justificados y recibirán la salvación.
Atanasio (obispo de Alejandría durante cuarenta y seis años, muerto en el año 373 d. C.), enseñaba:
No por estos (esto es, por los esfuerzos humanos) sino por la fe, un hombre es justificado como lo fue Abraham. [3]
A pesar de haberse entendido desde siempre de manera correcta, según un reconocido teólogo, la deformación de esta doctrina comenzó debido a que los líderes de la Iglesia (de finales del siglo IV en adelante) comenzaron a estudiar las Escrituras no desde la Septuaginta (la traducción al griego del Antiguo Testamento) y el Nuevo Testamento en griego, sino desde la Vulgata latina (la traducción al latín de la Biblia del siglo IV), la cual traduce el concepto de justificación con la palabra justificare, que literalmente quiere decir “hacer justo a alguien”. Esto causó que la Iglesia se basara en este concepto legal romano para desarrollar su doctrina de la justificación y así poder responder a la cuestión de cómo una persona injusta puede ser justa ante las demandas santas de la Ley de Dios. Con el tiempo, la justificación fue deformándose al punto de llegar a considerarla dependiente del sacramento del bautismo, puesto que consideraban este último como la base de la justificación porque, según ellos, el bautismo impartía una nueva vida espiritual y capacitaba al hombre para justificarse a sí mismo ante Dios, haciéndolo acepto. [4], [5]
Con el paso del tiempo, la preciosa doctrina de la justificación por la sola fe terminó considerándose como el resultado de la supuesta vida espiritual obtenida en el bautismo, que se manifestaba participando en los sacramentos de la Iglesia y cumpliendo penitencias, etc. Esto hacía que la justificación nunca pudiera disfrutarse de manera perfecta en la vida del creyente, porque a causa del pecado remanente siempre se necesitaría de estos sacramentos. Poco a poco, y unido también a intereses personales, esto llevó al cobro de dinero por indulgencias, lo que motivó a un monje agustiniano alemán de la ciudad de Wittenberg, llamado Martín Lutero, a clavar 95 tesis en la iglesia de esta ciudad para debatirlas, puesto que veía abusos en el desarrollo de este programa.
Claramente, esto nos lleva al tema de la Reforma Protestante de hace 500 años que, a pesar de no ser mi tema en cuestión ni en el que voy a profundizar, no puedo pasarlo por alto. La doctrina de la justificación era el tema principal de dicha protesta que nos separó de la Iglesia que ahora se encuentra representada en Roma.
JUSTIFICACIÓN SEGÚN LA INSTITUCIÓN DE ROMA
Párrafo 1213: El santo bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el Espíritu (vitae spritualis ianua) y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios , llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión.
Párrafo 1263: Por el bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales, así como todas las penas del pecado. [6]
Párrafo 405: …El bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al combate espiritual. [7]

Habiendo aclarado esto, es menester mostrar que la institución romana define y cree de la doctrina de la Justificación las siguientes declaraciones:
Párrafo 1989: La primera obra de la gracia del Espíritu Santo es la conversión, que obra la justificación según el anuncio de Jesús al comienzo del Evangelio: “Convertíos porque el Reino de los cielos está cerca” (Mt 4, 17). Movido por la gracia, el hombre se vuelve a Dios y se aparta del pecado, acogiendo así el perdón y la justicia de lo alto. “La justificación entraña, por tanto, el perdón de los pecados, la santificación y la renovación del hombre interior” (Cc. de Trento: DS 1528).
Párrafo 1990: … La justificación es prolongación de la iniciativa misericordiosa de Dios que otorga el perdón . Reconcilia al hombre con Dios, libera de la servidumbre del pecado y sana.
Párrafo 1992: … La justificación es concedida por el Bautismo, sacramento de la fe . Nos asemeja a la justicia de Dios que nos hace interiormente justos por el poder de su misericordia. Tiene por fin la gloria de Dios y de Cristo, y el don de la vida eterna (cf Concilio de Trento: DS 1529). [8]
En resumen, mi conclusión es que la postura romana fusiona la justificación con el bautismo y la santificación. Para ellos, el bautismo no es una señal, sino el acto que regenera, perdona y hace justa a una persona, preparándola para que luego pueda mantener esa justificación con sus méritos. Es un proceso, no una declaración.
Sin embargo, para ellos, el bautismo solo cubre el pecado original y los pecados cometidos antes de este, pero no los posteriores. Como en teoría Dios ya ha hecho justa a la persona por el bautismo, esta ya se encuentra lista para hacer méritos propios y así podrá mantener su justificación. [9]
JUSTIFICACIÓN ROMANA VS REFORMADA
Como expresé anteriormente, la postura a la que me adhiero es la protestante reformada, por lo que a la vez expondré mis convicciones al mostrar lo que creen las iglesias de esta tradición. ¿A qué me refiero con la expresión “protestante reformado”? ¿Acaso al decir “protestante” no se incluye tácitamente la idea de adherirse a las doctrinas rescatadas en la Reforma? Tristemente, en la actualidad la expresión “cristianos protestantes” no siempre representa el cuerpo de doctrinas que se rescataron en la Reforma de hace 500 años. Debo hacer esta aclaración, ya que la mayoría de las iglesias protestantes, con el paso del tiempo, han abrazado la misma posición doctrinal (o una muy similar) de la Iglesia Católico-Romana: el semipelagianismo.
Aunque analizar el semipelagianismo no hace parte de los objetivos de este artículo, se hace también imposible no mencionarlo, porque es la posición doctrinal que tienen en común la Iglesia de Roma y la mayoría de las iglesias protestantes contemporáneas en lo referente a la salvación. Muchos cristianos protestantes actuales probablemente se ofenderán por la afirmación que acabo de hacer, pues alegarán que no creen en los santos, ni en la virgen María, ni mucho menos en la salvación por obras. Pero en la práctica, sí se nota fácilmente que, en lo referente a la salvación tal como la entienden muchos de ellos, la responsabilidad termina recayendo en el ser humano más que en Dios.

Dice la confesión de Fe bautista de Londres de 1689 (CFBL) sobre la justificación:
A quienes Dios llama eficazmente, también justifica gratuitamente, no infundiéndoles justicia y rectitud sino perdonándoles sus pecados, y considerando y aceptando sus personas como justas; no por nada que hay en ellos o hecho por ellos, sino solamente por causa de Cristo; no imputándoles la fe misma, ni la acción de creer, ni ninguna otra obediencia evangélica como justicia; sino imputándoles la obediencia activa de Cristo a toda la ley y su obediencia pasiva en su muerte para la completa y única justicia de ellos por la fe, la cual tienen no de sí mismos; es don de Dios. [11]
El bautismo es una ordenanza del Nuevo Testamento instituida por Jesucristo, con el fin de ser para la persona bautizada una señal de su comunión con él en su muerte y resurrección, de estar injertado en él, de la remisión de pecados y de su entrega a Dios por medio de Jesucristo para vivir y andar en novedad de vida . [12]
De entrada, estas definiciones sobre el bautismo y la justificación están en contravía con las creencias de la Iglesia de Roma. Podemos concluir de inmediato que la diferencia radical entre católicos y protestantes reformados es que los católicos romanos consideran que, por medio del bautismo, se regenera al pecador, haciéndolo capaz de justificarse por sí mismo delante de Dios mediante acciones santas, como la participación en los sacramentos. Esto, finalmente, hace que las personas terminen dependiendo de la conexión vital con la gracia de Dios que, según ellos, solo la Iglesia de Roma imparte. [13], [14]
Además, sobre el bautismo, la Iglesia de Roma considera que este funciona ex opere operato, es decir, que actúa automáticamente en el bautizado, haciéndolo justo en sí mismo. Esta declaración no tiene sustento bíblico. En contraste, los protestantes consideramos la justificación como una doble imputación: nuestros pecados se le imputan a Cristo en la cruz y Su justicia se nos imputa a nosotros cuando creemos. Así, Dios puede declararnos justos (del griego dikaioō, que significa “declarar justo”), pues Cristo pagó por nuestros pecados y ahora a nosotros se nos acredita la obra de Cristo. Sin embargo, lo que para mí es imputación, para la Iglesia de Roma es infusión, lo cual quiere decir que para los católicos la justicia de Cristo se le infunde al creyente, haciéndolo literalmente justo, no porque se le acredite a su cuenta, sino porque esa justicia se convierte en su posesión. [15]
Yo, como protestante, creo, basado en las Escrituras, que la justificación es una declaración que hace Dios de nosotros, solamente por la fe depositada en Cristo, en la cual se nos considera legalmente justos ante sus ojos en virtud de la obra activa y pasiva de Cristo. No solamente se perdonan nuestros pecados, sino que además se pone “en nuestra cuenta” un saldo positivo que corresponde a la vida perfecta de Cristo, que es la única base para estar correctamente delante de un Dios justo. [16], [17], [18], [19]
En otras palabras, como protestante reformado creo que en el mismo momento en que el pecador cree, es justificado, adoptado y tiene ya la vida eterna, porque se le ha declarado sin culpa y no hay más condenación. Estos argumentos a favor mío son totalmente bíblicos y opuestos a las creencias católico-romanas, que van en contra de lo que los protestantes consideramos pilares de la fe. Por ejemplo, que la justicia de la Ley se debe cumplir en cada creyente (Rom. 8:4), que Cristo es nuestro sustituto ante la Ley de Dios (Gál. 4:4-5), que la justicia conseguida por Cristo se nos imputa por medio de la fe (Rom. 4:22) y que la justificación es permanente. [20]
Romanos 3:19–24, 28 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús… Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
Romanos 4:1–5: ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque, ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; más al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
Gálatas 3:10–11: Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá.
CONCLUSIÓN
En concordancia con un reconocido teólogo [21], creo que el catolicismo romano comete las mismas equivocaciones (o unas muy similares) que tuvieron los judíos de las Escrituras, ya que para ambos la salvación del hombre está condicionada por realizar una obra que finalmente acarrea méritos para ser justos delante de Dios. Para los judíos, esta obra era la circuncisión, mientras que para los católicos es el bautismo. Claramente, el ladrón en la cruz es muestra de que Dios salva (lo que implica la justificación) solo por medio de la fe, y esta también termina siendo un regalo de Dios, como vi en las Escrituras.
Los protestantes reformados vivimos por la verdad de que la justificación es una declaración legal, que no solo nos perdona y nos libra de culpa, sino que deja a nuestro favor la justicia de nuestro Señor Jesucristo. Esto hace que la perspectiva católico-romana sea una aberración a los ojos de Dios, pues es como si sacáramos dinero de nuestro bolsillo para pagar el regalo de la salvación que se nos ha dado en Cristo Jesús. ¡Qué gran ofensa es esta! Además, le quita la gloria que debe ser solamente para Dios, puesto que el plan eterno de redención se ve a lo largo de todas las Escrituras como un acto monergista de nuestro santo Dios.
Otra diferencia que encuentro con los católico-romanos es que los protestantes consideramos el bautismo como una señal, pero también como un medio de gracia si va acompañado por la fe. Este nos recuerda, por medio de símbolos visibles, las promesas, bendiciones y realidades espirituales que se nos brindaron y se nos siguen brindando con el evangelio (unión con Cristo, remisión de pecados y purificación moral), pero nunca considerando que la salvación dependa de esta ordenanza.
Can. 9. Si alguno dijere que el impío se justifica por la sola fe, de modo que entienda no requerirse nada más con que coopere a conseguir la gracia de la justificación y que por parte alguna es necesario que se prepare y disponga por el movimiento de su voluntad, sea anatema [cf. 798, 801 y 804].
Can. 11. Si alguno dijere que los hombres se justifican o por sola imputación de la justicia de Cristo o por la sola remisión de los pecados, excluida la gracia y la caridad que se difunde en sus corazones por el Espíritu Santo y les queda inherente; o también que la gracia, por la que nos justificamos, es sólo el favor de Dios, sea anatema [cf. 799 s y 809].
Can. 12. Si alguno dijere que la fe justificante no es otra cosa que la confianza de la divina misericordia que perdona los pecados por causa de Cristo, o que esa confianza es lo único con que nos justificamos, sea anatema [cf. 798 y 802]. [22]
Romanos 1: 8-9 Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. 9 Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.
Referencias:
[1] R.C, Sproul, ¿ Estamos Juntos En Verdad? (Graham: Faro de Gracia, 2012), p. 37
[2] Ibid.
[3] D. Rivero, Absuelto: La doctrina bíblica de la justificación. (Moral de Calatrava: Peregrino, 2012), p. 34 – 35
[4] R.C, Sproul, ¿ Estamos Juntos En Verdad? (Graham: Faro de Gracia, 2012), p. 37 – 38
[5] D. Rivero, Absuelto: La doctrina bíblica de la justificación. (Moral de Calatrava: Peregrino, 2012), p. 43
[6] Sitio de internet, Citas textuales de la página del vaticano (link: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p2s2c1a1_sp.html
[7] Sitio de internet, Citas textuales de la página del vaticano (link: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p1s2c1p7_sp.html )
[8] Sitio de internet, Citas textuales de la página del vaticano (link: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c3a2_sp.html
[9] Richard Ramsay, Católicos y protestantes: ¿Cuál es la diferencia? (Miami: FLET, 2004), p. 19 – 20.
[10] R.C, Sproul, ¿ Estamos Juntos En Verdad? (Graham: Faro de Gracia, 2012), p. 38.
[11] Chapel Library, Confesión Bautista De Fe De 1689, (Moral de Calatrava: Peregrino, 2009), p. 13.
[12] Ibid, p. 24.
[13] Richard Ramsay, católicos y protestantes: ¿Cuál es la diferencia? (Miami: FLET, 2004), p. 23.
[14] D. Rivero, Absuelto: La doctrina bíblica de la justificación. (Moral de Calatrava: Peregrino, 2012), p. 42
[15] R.C, Sproul, ¿ Estamos Juntos En Verdad? (Graham: Faro de Gracia, 2012), p. 39.
[16] D. Rivero, Absuelto: La doctrina bíblica de la justificación. (Moral de Calatrava: Peregrino, 2012), p. 43
[17] Mueller. La Justificación: Cómo perdona Dios. (Milwaukee: Northwestern, 2004), p. 12.
[18] Richard Ramsay, católicos y protestantes: ¿Cuál es la diferencia? (Miami: FLET, 2004), p. 28.
[19] Roger Smalling, ¡Felizmente Justificados! (Miami: R.E.A.L, 2004), p.9
[20] Ibid, p.12
[21] Richard Ramsay, católicos y protestantes: ¿Cuál es la diferencia? (Miami: FLET, 2004), p. 32.
[22] Ibid, p. 36.
